Learning and experiencing while travelling

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miércoles, 27 de agosto de 2014

El viaje y la llegada a Hong Kong

Comenzamos el relato del viaje Londres-Hong Kong, un vuelo bastante cómodo.

No lo comenté anteriormente pero en Madrid ya me encontré con otro compañero que se dirigía hacia el mismo destino que yo. Ambos, junto con unas cinco personas más, somos los últimos becarios de la Erasmus Mundus en la cual participa mi universidad y la Hong Kong Polytechnique University en un programa de estudios de uno a dos semestres con la finalidad de ampliar nuestros conocimientos relacionados con el máster o doctorado que estemos cursando y además ofreciendo la posibilidad (gratuita) de inscribirse en un curso de chino mandarín, cantonés o ambos inclusive. Por desgracia esta maravillosa oportunidad acaba este año puesto que ya no se ofrecen más estas becas. Me siento agradecida por que se me haya concedido esta oportunidad por supuesto, pero también me hubiera gustado que otros estudiantes hubieran podido disfrutar del mismo programa. 

Una vez pasadas las seis horas de escala entre el vuelo de Londres a Hong Kong, por fin montamos en el avión, un "avionaco" de estos descritos por David el guapo en uno de sus monólogos. El avión no sé cuantos asientos tenía pero parecía que se podía rescatar a la humanidad en caso de urgencia en ese avión. Era enorme y la verdad que nada me defraudó. La compañía con la que viajábamos era British Airways, así que podéis imaginar el trato en un avión de largo recorrido como era este. El viaje duraría doce horas aproximadamente y ya nada más montar te encontrabas con ese tipo de cosas que le alegran a uno el viaje: una almohadita "apañada" cuanto menos, una manta finita y un set completo de cascos, cepillo de dientes y pañuelos. Me encantan esas "cucadas" que dejan tanto en aviones como en hoteles, me siento bien cuando las veo, es una tontería a lo mejor pero es como si tuvieran en cuenta sobre todo y ante todo la comodidad del cliente y eso, tras haber gastado un "pastizal" en un billete es lo que esperas desde luego. Tras haber pasado varias horas sin comer después del triste sandwich casi engullido en el aeropuerto de Heathrow, por fin al cabo de una hora de inicio del viaje nos ofrecieron una bebida y la cena, muy buena por cierto.

Al acabar la cena, además de la continua charla con mi compañero a cerca de lo que esperábamos que fuera nuestra estancia en Hong Kong y qué sitios podríamos visitar, disponíamos de una pantalla táctil en el asiento de enfrente para ver películas, series, escuchar música o consultar el mapa en directo del avión para ir viendo por qué países íbamos pasando. Lo cierto es que muchas películas no había, al menos en español, subtituladas no había ninguna y el resto eran en inglés original, el cual puedo entender más o menos sin dificultad pero para el que no estaba capacitada tras un largo día de vuelos. Localicé una película interesante (A long way down, con Pierce Brosnan), no resultó tampoco magnífica pero era distraída al menos, sin embargo el cansancio me pudo y terminé durmiéndome. Cuando desperté aún quedaban unas horas de vuelo, pero ya no tenía sueño así que terminé la película esperando el desayuno y con deseo de subir la persianita de la ventanilla, la cual tuvimos que cerrar para las horas de sueño y por el cambio de zona horaria puesto que nuestro avión estaba algo así como persiguiendo el amanecer a través de toda Europa hasta llegar a China.

Tras un rato y a horas de aterrizar, recibimos nuestro desayuno, también exquisito. 

Ya no podía contener mi entusiasmo. Estábamos a punto de aterrizar por fin, en otra ciudad, en otro país, en otro continente cuando hacía tan sólo horas estaba en mi casa preparándome para mi viaje con mi familia aún cerca. No paraba de mirar el mapa y el reloj, y el maldito no se movía. Las tres horas más largas del vuelo. Por fin pudimos subir la persiana y el paisaje que encontramos ya pronosticaba la estampa que íbamos a encontrar al llegar. Mezcla de ciudades rodeadas de bosques, montañas, ríos y océano. ¡Qué maravilla! 


Por fin llegó la hora de aterrizar y ya no podía más con mi entusiasmo, y también con mi preocupación por encontrar mi maleta en el aeropuerto (no me importaba su estado sino su contenido jejeje). Las vistas magníficas desde el avión, la llegada impecable al aeropuerto, el servicio fantástico, y lo mejor YA estaba en Hong Kong, realmente en Hong Kong con mis pies en su tierra (y maravillada por los carteles con celebridades coreanas, esas que me gustan tanto jeje ya hablaré de esto en otra entrada).





El procedimiento de salida fue bastante bueno. Pasas por inmigración, recoges maleta, cambias algo de dinero y coges un taxi que, hacia la dirección de la residencia, costaba poco menos de 30 euros, bastante barato no sólo al ser compartido sino teniendo en cuenta que el aeropuerto no estaba ni siquiera en la misma isla en la que estaba mi nueva "casa". 




A la llegada quedaba por hacer papeleo de entrada, carnet de acceso a la residencia y a la habitación y demás, pero tuve suerte de que me dieran una habitación en la planta más alta que aunque con bastante falta de limpieza y objetos necesarios que he tenido que comprar por mi cuenta (como una almohada y mis propios utensilios de cocina y aseo) contaba con unas vistas magníficas de toda esta parte de la isla e incluso de la isla de enfrente.




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